A propósito de "Socialismo de Medio Planeta" (I).
Sobre los cimientos filosóficos del ecosocialismo.
Socialismo de Medio Planeta de Troy Vettese y Drew Pendergrass. Traducción de Francisco Jota-Pérez Editorial Levanta Fuego, 2023. Comprar aquí
TL:DR (resumen)
En el primer capítulo de Socialismo de Medio Planeta, Vettese y Pendergrass proponen imitar a los neoliberales estableciendo una nueva fundamentación filosófica del ecosocialismo en la incognoscibilidad última de la naturaleza, de forma análoga a como Von Mises y Hayek la plantearon para el mercado.
Si de esta última se deriva no intervenir en el mercado, de la primera se deriva un socialismo epistemológicamente humilde que deja medio planeta a la naturaleza a la vez que pretende controlar conscientemente la economía mediante la planificación democrática.
Sin embargo, la noción de incognoscibilidad de la naturaleza presenta varios problemas. En su versión fuerte socavaría las bases de la evidencia sobre la crisis ecológica, en su versión débil nos lleva al terreno pantanoso de que sí podemos conocer la naturaleza sólo que no “en última instancia”. Además, no queda claro cómo conciliar la incognoscibilidad de la naturaleza con la pretensión de planificar completamente la economía, un sistema con una complejidad similar a la naturaleza.
Se propone que la noción de agencia y la pregunta de “¿Cómo debemos actuar?” parece mucho más productiva intelectualmente para explorar los fundamentos filosóficos del ecosocialismo que el “¿Qué podemos conocer?” hayekiano.
Introducción
A principios de vacaciones leí Socialismo de Medio Planeta en un par de días. Socialismo de Medio Planeta (a partir de aquí SMP) es sin duda un libro intelectualmente estimulante, que es lo mínimo que se le puede pedir a un volumen que se reclama un “libro de recetas” inserto en la tradición utópica socialista (pág 35). De hecho, es un libro que empieza con la descripción de una distopía climática neoliberal y acaba con una ficción novelada de un ecosocialismo utópico. Se esté o no de acuerdo con lo que van planteando los autores, a lo largo del texto surgen varias cuestiones interesantes para cualquier transición ecológica que deben ser exploradas (planificación económica, nuestra manera de concebir la naturaleza, consumo de carne, competencia por la tierra, etc). SMP me ha hecho pensar y me ha hecho explorar diferentes caminos algunos de los cuales me han llevado a posiciones diferentes de las de los autores. Por eso, aunque este texto (y los siguientes) exceden con mucho el contenido del libro me ha parecido un justo reconocimiento mantenerlos anclados formalmente al mismo como si fueran una reseña que realmente no tengo claro que sean.
El libro en media página y 4 ideas
El núcleo lógico del libro se puede resumir en 4 ideas:
La naturaleza es en última instancia incognoscible y, por tanto, necesitamos un ecosocialismo epistemológicamente humilde.
Nuestra incapacidad de conocer y controlar la naturaleza nos obliga a dejar medio planeta a la naturaleza lo que unido a la necesidad de un sistema 100% renovable va a provocar una gran competencia por el uso de la tierra
La renaturalización y la competencia por el uso de la tierra hacen que el rewilding, el veganismo y las cuotas energéticas sean los pilares del ecosocialismo. Frente a ello tendríamos las “semi-utopías”1 del neoliberalismo: nuclear, BECAC2 y geoingeniería.
Como el capitalismo y el mercado son sujetos automáticos inconscientes movidos por el beneficio, la única manera de llevar a cabo este programa es mediante el control consciente de la sociedad: de ahí la necesidad de la planificación.
Hay una cita del libro que condensa buena parte del argumento.
El capital tiene el timón y está guiando a ciegas una nave de locos hacia el desastre ecológico. Incapaz de sentir el viento o escuchar los gritos de los pasajeros, el capital guía la embarcación atendiendo únicamente al precio que pone en las etiquetas. Por el camino está destruyendo un mundo que es incapaz de ver. (...) Si la capitalista es una sociedad que se caracteriza por el control inconsciente, la sociedad debería hacerlo por la restauración de la conciencia humana como fuerza histórica. En la práctica, eso significa que el mercado debe ser reemplazado por la planificación. (pág 66).
En busca de una fundamentación filosófica para el ecosocialismo
La primera parte del libro trata de buscar “los cimientos filosóficos del ecosocialismo” (pág. 35), siguiendo el ejemplo de los neoliberales que en los años 40 se dedicaron a buscar unos principios básicos para reactivar el neoliberalismo. Esta idea de “copiar lo que hicieron los neoliberales” no es nueva, Vettese y Pendergrass citan el consejo de Stuart Hall de “aprender del Thatcherismo”. Que recuerde ahora mismo, al menos Rutger Breman en su Utopía para Realistas y Nick Srnicek y Alex Williams en Inventar el Futuro también han planteado una estrategia parecida. No me parece mal ni como principio ni como estrategia pero intentaré mostrar que en SMP acaban confundiendo la estrategia con el propio fundamento y eso debilita su propuesta.
Buscando una fundamentación filosófica a su propuesta, Vettese y Pendergrass reconocen tres grandes linajes de pensamiento medioambiental: el prometeismo hegeliano, el malthusianismo y el “escepticismo ecológico” de Edward Jenner, que es la tradición en la que se incluyen ellos.
El prometeísmo hegeliano partiría de la pretensión de que es posible un conocimiento y una dominación completa de la naturaleza, que los autores concretan en la idea de “humanización de la naturaleza” de Hegel, pero que Adorno y Horkheimer, entre otros, ya señalaron como una de las bases de la Ilustración3.
Este prometeísmo hegeliano “está tan arraigado en el pensamiento marxista que debe ser enfrentado, refutado y extirpado para que el socialismo pueda adaptarse a una era de catástrofe ambiental”. El Mar de Aral sería una buena prueba de ello.
Por supuesto, no sólo el marxismo, también el neoliberalismo (considerado un “hijo bastardo del hegelianismo”) es profundamente prometeico, solo que en esta caso, la “humanización de la naturaleza” se transforma en una “capitalización” bajo el dominio del mercado y el sujeto automático que es el capital. Los “Mares de Aral” del capitalismo, por cierto, son casi incontables y los seguimos viendo ante nuestros ojos: en la Manga de Murcia o en Doñana.
En términos ambientales, la máxima expresión del prometeismo es la geoingeniería, la idea de que podemos compensar artificialmente los destrozos a la naturaleza. En el caso del cambio climático hablaríamos de una modificación radical compensatoria de la radiación que llega a la tierra mediante gigantes espejos en el espacio o la mucho más probable e inquietante emisión de aerosoles reflejantes en la atmósfera.
La amenaza de la geoingeniería es señalada por los autores como la solución final neoliberal a los problemas ecológicos, pero como ejemplo de que la izquierda tiene también su vertiente prometeica destacan que la primera propuesta de geoingeniería la hizo un científico soviético y que muchos socialistas angloamericanos son, como mínimo ambiguos frente a la posibilidad de la geoingeniería mientras que otros son radicalmente prometeicos.4
El reverendo Thomas Robert Malthus escribió en 1798 el Ensayo sobre el principio de la población como respuesta al “utopismo protoanarquista” de Wiliam Goodwin. Su argumentación es conocida: la población crece más rápido que la capacidad de alimentarla lo que provoca superpoblación que sólo podrá ser equilibrada mediante “los <<obstáculos>> del hambre, la guerra y la enfermedad”. El ejemplo de Malthus sirve sobre todo a los autores para criticar al ecologismo malthusiano de Paul Ehrlich, Garret Hardin y otros científicos cuya preocupación fundamental es el crecimiento poblacional (mayoritariamente de pobres y gente con otro color de piel).
Frente a Hegel o Malthus, los autores recurren a Edward Jenner, descubridor de la vacuna de la viruela que en la misma época publicó un tratado explicando el procedimiento. El motivo principal para reivindicar a Jenner es que en dicho libro propuso que el origen de enfermedades como la viruela o muchas otras procedían del “antinatural dominio del reino animal por parte de la humanidad” debido a la domesticación y la ganadería. Jenner tenía una teoría zoonótica5 del origen de las enfermedades infecciosas que con el tiempo se ha demostrado correcta en muchísimos casos.
SMP plantea que Hegel, Malthus y Jenner “representan diferentes epistemologías basadas en lo que puede ser conocido y controlado: la naturaleza, la demografía o la economía”.
El problema es que si bien el caso de Hegel y su linaje intelectual es bastante claro, los ejemplos de Malthus y Jenner como fundamentos de epistemologías son muy endebles.
Por ejemplo, la posterior crítica de los autores al ecologismo malthusiano es de orden moral, no epistemológico. No es que no se pueda conocer y controlar la evolución de las poblaciones humanas, es que no se debe porque es un camino que lleva siempre al fascismo.
Lo mismo puede decirse de la posición de Jenner que, en mi opinión, dista mucho de poder considerarse el fundamento de una epistemología. En el mejor de los casos es una justificación zoonótica del veganismo o una crítica de muchas prácticas insostenibles ambientalmente (la deforestación, la agricultura industrial, la ganadería intensiva, etc) por motivos de salud pública. Una crítica epidemiológica, que no epistemológica, de la pretensión de “humanizar la naturaleza”
Por eso, SMP se apoya en un suelo inestable cuando proponen que el fundamento filosófico del ecosocialismo es una tesis epistemológicamente tan fuerte como que no podemos conocer completamente la naturaleza. La naturaleza es, en última instancia, incognoscible y por tanto, incontrolable e irreproducible artificialmente. En consecuencia, ante la catástrofe ecológica en marcha, necesitamos un “socialismo epistemológicamente humilde”.
¿Es la naturaleza incognoscible?
¿De dónde viene entonces esta idea de la incognoscibilidad última de la naturaleza? El argumento principal para plantearla es una analogía simple pero provocativa con las posiciones de la Hayek y la escuela austriaca sobre la incognoscibilidad del mercado.
Este examen de las fórmulas de finales del siglo XVIII nos conducirá al principal problema al que se enfrentaron los neoliberales a mitades del siglo XX: ¿qué podemos conocer? Si bien los neoliberales incidían en lo incognoscible del mercado -el motivo por el que la planificación centralizada nunca podría reemplazarlo-, nosotros nos encontramos con que la naturaleza es algo mucho más complejo. (Pág 36)
A diferencia de los neoclásicos creyentes en el equilibrio general, para los austriacos el mercado es un agregador de información que produce resultados óptimos pero que, debido a su complejidad, es incognoscible. Ningún estado o ningún burócrata puede conocer mejor que el mercado los gustos y deseos de una sociedad y, por tanto, mejor no intervenir en él. Vettese y Pendergrass extienden la analogía austriaca al mundo natural: si en el fondo no somos capaces de conocer, controlar o reproducir la naturaleza lo más sensato sería dejarla como está.
La Tierra es una máquina natural, tan antigua como ajena, cuyo sistema operativo nunca comprenderemos, por lo que lo más sensato es permitir que el alma de su núcleo controle la circuitería aunque no siempre sepamos cómo lo hace. (pág. 78)
Como ejemplo anecdótico del fracaso de la pretensión de conocer la naturaleza, se nos presenta la experiencia Biosfera 2, el intento de generar un ecosistema artificial cerrado y autosuficiente (una segunda biosfera, de ahí el nombre) en los años 80-90 en el desierto de Arizona, que resultó en un fracaso carísimo de dónde deberíamos extraer “la imposibilidad de controlar los sistemas ecológicos, incluso de tamaño modesto” (pág. 45)6.
Prometeismo Kitsch en medio del desierto de Arizona
“La crisis medioambiental nos obliga a decidir entre controlar el mercado y controlar la naturaleza (...). Así pues, un nuevo ecosocialismo debería partir de lo incognoscible de la naturaleza y, en consecuencia, de la necesidad de controlar la economía para mantenerla dentro de unos límites seguros”
En un principio la incognoscibilidad última de la naturaleza me pareció una idea tan sugerente como incómoda. Quizás el motivo por el que resulte intuitivamente atractiva es porque encaja de forma natural en el ecologismo. Por un lado, supone una afirmación del “principio de precaución”, seguramente una de las bases del pensamiento ecologista moderno. Por otro lado, resuena con la noción de límite, en este caso límite del conocimiento, que ocupa una noción central en el pensamiento ecologista7 y que es seguramente su característica más contrahegemónica frente a las ideologías hijas de la modernidad prometeica: tanto el neoliberalismo como los marxismos vulgares. Además, como alguien que trabajó unos años como investigador sí que tengo la intuición de que, en el fondo, hay algo de verdad en dicha afirmación. Que la investigación y la producción de conocimiento son, en general y en último término, actividades mucho más artesanales y problemáticas de lo que nos vende el ideal científico.
Sin embargo, la incomodidad que mencionaba antes surge porque, entendida de una forma superficial, esta afirmación de que la naturaleza es incognoscible es muy problemática.
Es cierto que las ciencias biológicas, en tanto que implican el estudio de sistemas complejos, diversos e histórico-evolutivos, con experimentación limitada en sus escalas temporales y espaciales mayores y en el que las intervenciones pueden tener todo tipo de consecuencias imprevisibles son, en muchos aspectos, más cercanas a las ciencias sociales que a la física o la química y, por tanto, presenten precauciones epistemológicas que no aplican a, por ejemplo, el movimiento de los planetas o la síntesis del benceno.
Aún con todo, tenemos conocimientos científicos sobre la biosfera y somos capaces de entender muchas cosas de cómo funciona la naturaleza y los ecosistemas. Como señalan los autores, la propia hipótesis del Medio Planeta procede de una relación muy sencilla entre extensión territorial y biodiversidad en islas descrita por E. O. Wilson y Robert McArthur en 1967. Más aún, es precisamente una abrumadora evidencia científica la que nos advierte de la catástrofe ecológica a la que nos enfrentamos. ¿Cómo reconciliamos la noción de incognoscibilidad última de la naturaleza con el consenso científico sobre la crisis climática?8
Creo que Vettese y Pendergrass se dan cuenta del problema que tienen aquí y por eso en un momento dado dicen
“Que la naturaleza resulte en última instancia incognoscible no significa que no debamos tratar de entender todo cuanto podamos sobre este mundo hermoso y desconcertante” (pág. 83).
No es difícil ver que llevado a la cuestión del “conocimiento”, esto va a acabar en un debate bastante bizantino sobre qué es “conocer en última instancia”.
Además, plantear la “incognoscibilidad última de la biosfera” como fundamento para dejar medio planeta a la biodiversidad al mismo tiempo que se defiende con tremendo optimismo la posibilidad de la planificación total (democrática) de la vida económica (lo que ellos llaman “control consciente de la economía”) teniendo en cuenta que la economía es un sistema al menos tan complejo como la naturaleza es delicado. Aunque ocasionalmente se hable del “conocimiento imperfecto” de los planificadores, especialmente respecto a la naturaleza, en otras ocasiones el libro viene a sugerir que el problema de experiencias anteriores de planificación fue fundamentalmente la falta de datos fiables en tiempo real, no algún tipo de limitación epistemológica última9.
Vettese y Pendergrass llevan a cabo una inversión del sentido común de la modernidad por el cual las ciencias naturales son ciencias “duras” de las que se puede obtener conocimiento científico más o menos sin problemas mientras que la sociedad, lo humano, es algo mucho más resistente a la investigación y la obtención de evidencia dura. En SMP, la naturaleza es incognoscible pero la economía se puede someter a un “control consciente completo”.
En defensa de SMP, es cierto que tras una larga (y amena) disquisición sobre el debate de la planificación y las posibilidades de llevarla a cabo democráticamente, no tienen reparos en asumir que será una planificación con errores e imperfecciones que, siguiendo las críticas de Janos Kornai, sería “un sistema socialista que falle por el lado de la carestía” y que debido al “conocimiento imperfecto de la naturaleza y la sociedad nos conducirá a puntos ciegos que la agencia de planificación socialista de medio planeta no siempre podrá reparar”. En esa pelea por tratar de conocer y controlar “lo incognoscible” (el mercado o la naturaleza), VyP están dispuestos a asumir los errores de intentar lo primero para evitar la catástrofe que estamos viendo que implica lo segundo.
Finalmente, un último problema es que la idea de dejar medio planeta a la naturaleza no nos exime de seguir interaccionando con ella en el medio planeta en el que viviremos. Por mucho que haya un 50% de la superficie terrestre protegida en la que la presencia de los seres humanos esté muy restringida, las sociedades humanas seguiremos cohabitando territorios con otras especies, una cohabitación que será mucho más intensa en la regiones frontera con el medio planeta “natural”. ¿Qué hacemos con los ecosistemas que rodean a los sitios donde hay que instalar renovables, o donde cultivamos para conseguir comida? ¿Cómo afecta la incognoscibilidad última a estos procesos de coexistencia simultánea con la biosfera?
Del conocimiento a la agencia
En última instancia, la intención de SMP de fundamentar el ecosocialismo en la “incognoscibilidad última de la biosfera” es fallida. La pretensión de copiar la estrategia del neoliberalismo triunfante acaba convirtiéndose en copiar los argumentos del neoliberalismo. Usar la analogía entre incognoscibilidad del mercado e incognoscibilidad de la naturaleza es curioso e ingenioso pero genera más problemas de los que resuelve. Fundamentalmente, les lleva a acabar confundiendo e igualando “conocer” algo con “controlar” algo a lo largo de todo el libro.
La relación entre conocer una cosa y (tener que) dominarla ha sido señalada muchas veces (saber y poder en Foucault, Ilustración y dominación en Adorno y Horkheimer) pero es mucho más compleja que la simple reducción de una a la otra. Se podría argumentar, por ejemplo, que es una característica del pensamiento moderno del que podríamos escapar en y con otras instituciones sociales y de conocimiento. VyP asumen ese fundamento de la modernidad (y del prometeísmo que critican) que contempla el conocimiento como dominación y, para evitar sus terribles consecuencias ambientales deciden tirar el niño con el agua sucia.
Por supuesto entre la pretensión de una Ciencia omnisciente que se cree capaz de controlar y manipular a su antojo la biosfera y una ciencia humilde que aspira a entenderla lo mejor posible siendo consciente de sus propios límites, creo que epistemológica y éticamente deberíamos quedarnos con la segunda.
Pero en ambos casos si tenemos en cuenta que aunque no pudiésemos conocer la naturaleza “en última instancia” sí que podemos hacerlo parcialmente la cuestión del “¿qué podemos conocer?” se acaba convirtiendo en la mucho más gris “¿cuánto podemos conocer?”.
Es una pregunta legítima y con interés para el ecologismo pero cómo fundamento filosófico del ecosocialismo me parece mucho más productivo subordinarla dentro de la cuestión más amplia de cómo debemos actuar en la naturaleza, no tanto si podemos conocerla o no, sino cómo nos relacionamos con ella. Pasar del conocimiento a la agencia. De esta forma no tenemos que asumir la falsa disyuntiva de elegir entre la dominación total o la incognoscibilidad de la biosfera si no que debemos explorar nuevos modos de agencia (y por tanto, de conocimiento), de actuar en el mundo. Dejar de preguntarnos “¿qué podemos conocer?” y plantearnos qué y cómo podemos o debemos hacer.
En último término, la cuestión de la agencia es un mejor marco para abordar las pretensiones prometeicas tanto de Biosfera 2 como de la geoingeniería. Estrictamente ni uno ni otro son proyectos para conocer la naturaleza sino proyectos para hacer naturaleza, para intentar recrearla. Lo mismo podría decirse de una de las propuestas estrellas del libro, el rewilding. El rewilding implica dejar que la naturaleza siga su curso pero también implica reintroducir especies extintas en un ecosistema o sacrificar especies invasores. El rewilding es también una forma de agencia en y con la naturaleza.
Esta cuestión de cómo relacionarse con la naturaleza no es precisamente nueva. La ética de la tierra de Aldo Leopold, el ecofeminismo, la deep ecology de Arne Naess se fundamentan en buena parte en repensar la relación del ser humano con la naturaleza. La aceptación generalizada de que estamos entrando en una nueva era geológica caracterizada por la acción del ser humano (sea antropoceno o sea capitaloceno) no ha hecho sino profundizar y extender esa preocupación.
Personalmente después de leer SMP llegué a la cuestión de la agencia, de pura casualidad como suelen ocurrir estas cosas, leyendo textos de Andrew Pickering, un sociólogo y filósofo de la ciencia perteneciente a la primera generación de los Science Studies (como Bruno Latour). A partir de su trabajo sobre la práctica científica, Pickering diferencia entre las visiones representacional y performativas de la ciencia10. La primera concibe la ciencia como, sobre todo, una actividad que busca representar la naturaleza generando un conocimiento en forma de modelo o mapa. El “idioma performativo” considera la ciencia como “un campo de poderes, capacidades y performances, situadas en la captura maquínica de la agencia material” (la última frase quiere decir utilizar aparatos científicos para interaccionar con lo que hace agentes no humanos, sean quarks o plantas). Desde su postura, Pickering considerara la práctica científica como una “danza de agencias” en la que los científicos actúan sobre el mundo natural a través de aparatos, los aparatos o lo estudiado actúa respondiendo o resistiéndose a los experimentos y los científicos acomodan dichas agencias. Esta línea de investigación que le llevará, a través del trabajo de Heidegger sobre la tecnología, a distingue entre dos posibles tipos de agencias: el actuar-sobre (act on) y el actuar-con (act with) poniendo ejemplos artísticos, científicos o antropológicos de cada una de ellas11. No sin incomodidades y suspicacias, este planteamiento me ha parecido interesante para abordar la cuestión de la relación con la naturaleza en el marco, y esto es importante, de la necesidad de transición ecológica hacia sociedades sostenibles. Espero que me dé la vida y el trabajo para poder escribir sobre ello más adelante, pero además de las cuestiones planteadas se me ocurren dos ventajas más respecto a plantear la cuestión en términos de agencia que de conocimiento.
La primera, que está mucho más directamente asociada a la cuestión de la transición ecológica en tanto que esta es una intervención práctica radical sobre el mundo , en el doble sentido de que es una intervención muy bestia pero también de que algunos pretendemos que vaya a la raíz del problema.
En segundo lugar, intuyo que plantearse la cuestión de si es posible encontrar un paradigma común para la agencia en la naturaleza y la agencia en la sociedad dentro del ecosocialismo es intelectualmente productiva, independientemente de la respuesta a la que se llegue12.
Sea como sea, el ecosocialismo supone una nueva relación con la naturaleza y eso implica, por supuesto, desarrollar un conjunto plural de visiones y actitudes filosóficas y éticas respecto a ella. Paradójicamente creo que plantearse esta cuestión quizás sea especialmente importante para aquellos ecosocialistas que más énfasis ponen en la intervención presente y en las primeras fases de la transición, por el mayor riesgo de acabar siendo cooptados. O sea, nosotros, los refors del Green New Deal.
La advertencia que debemos tener siempre en cuenta es que los fundamentos filosóficos deben encarnarse y tomar vida en el mundo. Puede que Hayek fundase Mont Pelerin y pontificase sobre la imposibilidad de conocer el mercado, pero el neoliberalismo llegó sobre un Hawker Hunter bombardeando la moneda en Chile y, sobre todo, montado en las amplias coaliciones ideológicas, sociales y electorales ganadoras de Thatcher y Reagan. Esta es la tarea de principal del ecologismo de nuestro tiempo.
La distinción entre utopía y semi-utopía que hacen en el libro es poco clara y diría que poco útil.
Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono. Es decir, plantar árboles para quemarlos en centrales térmicas que capturan el CO2 y lo almacenan geológicamente. Este proceso que por ahora es técnicamente inviable a la escala necesaria, supone una retirada neta de CO2 de la atmósfera y forma parte de muchísimos modelos de descarbonización del IPCC a pesar de las serias dudas de que alguna vez sea viable (y de los problemas que supondría tener que usar biomasa como fuente de energía debido a su competencia por la alimentación, por ejemplo)
«Lo que los seres humanos buscan aprender de la naturaleza es cómo utilizarla para dominarla totalmente, tanto a ella como a los seres humanos».
Max Horkheimer y Theodor Adorno, Dialéctica de la Ilustración (1944)
Desde el aceleracionismo de Srnicek y Williams a la minería espacial del Comunismo de Lujo Completamente automatizado pasando por el “buen antropoceno” de Phillips y XXX en el que “aceptamos nuestro papel como soberano colectivo de la Tierra y empezamos a influencia y coordinar procesos planetarios con el propósito y la dirección de hacer progresar la prosperidad humana” (traducción libre mía).
Una zoonosis es un patógeno animal que pasa al ser humano o viceversa. Las enfermedades provocadas por el Covid-19, el HIV o el ébola son ejemplos de zoonosis. De los 1415 patógenos conocidos que infectan seres humanos, el 61% son zoonóticos.
Hay quien argumenta, como hace Enric Sala en La naturaleza de la naturaleza, que Biosfera 2 fue un éxito parcial. Que a pesar del fallo catastrófico de los ecosistemas diseñados aguantaron dos años y que otros, diferentes, podrían haber surgido de haber aguantado más tiempo. También que fue una primera aproximación y que “Así es como avanza la ciencia. Hacemos experimentos, fracasamos, aprendemos, intentamos otra cosa con el conocimiento adquirido”. En el documental “Spaceship Earth”, un científico cita a John Allen, el ideólogo de Biosfera 2, “No va a funcionar a la primera, es probable que no funcione varias veces, pero cada vez aprenderemos más, más rápido”. Quizás el problema principal de Biosfera 2 no es tanto que fuese un fracaso total, sino que fue un fracaso muy caro (unos 150 millones de dólares de 1991).
De hecho, la complicada relación del ecologismo con el pensamiento malthusiano seguramente se debe a que este puede ser despejado de sus orígenes y tendencias conservadoras e interpretado benevolentemente como una constatación de los límites de los sistemas naturales a la sobrepoblación de una especie.
No creo que sea una preocupación menor plantear si realmente queremos que este sea el fundamento filosófico del ecosocialismo en esta época neo-oscura en el que florecen los negacionismos y las teorías de la conspiración.
De hecho, los autores se refieren una y otra vez a los planificadores como “ingenieros sociales” que seguramente sea el peor nombre posible que se puede imaginar para una figura que tiene todas las papeletas para acabar siendo considerado la reencarnación del totalitarismo y el Gran Hermano.
Ian Hacking, que es un realista científico y tuvo sus más y sus menos con los science studies también distingue entre “representación” e “intervención” a la hora de concebir la ciencia.
Donna Haraway habla de algo parecido en su idea de la simpoiesis:
“Simpoiesis es una palabra sencilla, significa "generar-con". Nada se hace a sí mismo, nada es realmente autopoiético o autorganizado. Como dice el "juego mundial" de ordenador iInupiat, los terrícolas no están nunca solos. Esta es la implicación radical de la simpoiesis. Simpoiesis es una palabra apropiada para los sistemas históricos complejos, dinámicos, receptivos, situados. Es una palabra para configurar mundos de manera conjunta, en compañía” Seguir con el Problema. Pág 99.
Pero que elegante sería que fuese positiva, ¿verdad?.